*El Cid



Por la sierra, una tarde ,pasaba el Campeador.
El sol despertaba su flamigera flor,
y bruñia la porpura de su esplendor postrero
en la resplancediente coraza del querrero.

El oro lo cubria de la frente a los pies:
su escarcela era de oro,y era de oro su arnes,
y un rubi granadino de adorno en la visera,
resplancedia menos que su mirada fiera.
Soberbiamente erguido con marcial bizarria,
no encontrando adversarios ¡ con el Sol se batia !

Los pastores en lo alto de las altas montañas,
al ver pasar al heroe de las rudas hazañas
envuelto en su leyenda de osadia y estrago,
entre si murmuraban ."Es el Cid o es Santiago ".
Pues con el fanatismo que infunde la victoria
unian los dos nombres en una misma gloria.

Asi.lento,magnifico,arrogante y severo,
iba por los caminos el radiente viajero,
cuando oyo que del fondo de un barranco surgia
la ronca y debil suplica de una voz de agonia .
Y alli,tentido en tierra, vio un mostruo repugnante
de agarrotadas manos y roido semblante:
Un leproso.

De subito . el corcel de Rodrigo
se encabrito:Tan sordido y horrible era el mendigo,
que temio el noble bruto contaminar sus cascos
con rozar solomante aquel monton de ascos.

Con un gesto magnanino, el guerrero español,
inclinado su belico penacho tornosol,
le ofrece al miserable todo lo que le queda:
una moneda de oro y un ademan de seda.

Y entonces,al llameante resplandor del ocaso,
con incredulos ojos y vacilante paso,
aquella gusanera viviente se incorpora,
y cae de rodillas pesadamente, y llora....

Alli,en aquel oscuro recodo del camino,
lo maldijo una anciana, lo apedreo un campesino,
le fue negada el agua , le fue negado el pan,
y soporto en silencio la injuria y el desman;
y ahora un caballero de luciente armadura
caritativamente consuela su amargura
sin temer el contagio de su inmunda dolencia,
y le ofrece a sus llagas una flor de clemencia.
Y el mostruo, en un impulso brutalmente sincero,
posa sus labios putridos sobre el guante de acero.

El paladin lo mira sin desden, sin temor,
sin colera: ¡Por algo es el Cid Campeador !

Inmovil y benigno en su dadiva inmensa,
el gran Rodrigo Diaz de Vivar algo piensa:
¿Que sentimientos laten bajo su coraza ?

De repente , con suavemente firmeza,lo rechaza;
contempla largamente aquel escombro humano,
se arranca el guantelete... ¡ y le tiende la mano !
 

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